La colección, influenciada por la cultura nipona y el concepto Ikigai, se destacó por sus estampados y piezas de autor que incluían tejidos arrugados, volantes y cortes asimétricos. El Ikigai, un concepto japonés que invita a las personas a buscar su propósito vital, fue el hilo conductor de la colección, diseñando un evento que busca liberar a cada individuo. El uso de colores neutros predominó en la totalidad de la colección, erigiéndose como los principales protagonistas en términos de color. Las prendas, definidas por tonos como el blanco, negro, gris y marrón, ofrecieron una base versátil y sofisticada a los diferentes looks.
Además, se incorporaron cuidadosamente colores más vibrantes como el verde oliva y el azul bebé, que aportaron frescura y suavidad. El azul Klein, con su intensidad y profundidad, y ciertos matices de rojo, inspirando energía a las mezclas, elevando la base neutra sobre la que se sostuvo toda la colección. La influencia de los estilismos japoneses fue evidente en los cortes rectos que dominaron la colección, reflejando una inclinación hacia la pureza de las líneas y la funcionalidad en el diseño. También estuvieron presentes guiños al kimono nipón y sus reinterpretaciones, adoptando un minimalismo japonés donde cada línea y forma estaban pensadas para crear una estética sencilla, sofisticada y vanguardista al mismo tiempo.
Uno de los recursos estilísticos más destacados fue la técnica del layering o superposición de prendas, que aportó mayor versatilidad y dinamismo a cada look. Esta técnica permitió jugar con diferentes texturas, longitudes y volúmenes, creando conjuntos visualmente complejos y perfectos para las bajas temperaturas, redefiniendo las siluetas y potenciando la experimentación con la moda.
Adolfo Domínguez ha logrado, una vez más, sorprender y encantar a su audiencia con una colección que fusiona tradición y modernidad, manteniendo su compromiso con la elegancia y la innovación en el diseño.